Selva Almada, Federico Falco, Martín Blasco, Betina González y Dolores Reyes cuentan algunas de sus experiencias como socios y usuarios de bibliotecas de Río Negro, Entre Ríos, Córdoba y la provinca de Buenos Aires.

Selva Almada | “Los libros y el acceso a las bibliotecas me cambiaron la vida”

Selva Almada es una escritora entrerriana, autora de las novelas Ladrilleros, El viento que arrasa y No es un río, entre otras obras. Desde muy chica Almada era una asidua concurrente de la Biblioteca Popular General Mitre, de Villa Elisa, Entre Ríos. "Me acuerdo de la emoción de cuando por fin cumplí doce años y pude asociarme a la biblioteca. Sentí mucho orgullo, tenía la sensación de que me daban la llave de algo. La llave para poder sacar los libros que quisiera sin tener que ir con mi mamá o con la escuela —cuenta la escritora—Tengo muy claro el recuerdo de estar entrando a la biblioteca, el olor de los libros y de una especie de respeto que a mí me provocaba entrar en un lugar en el que había todo un mundo desconocido y atractivo".

Respecto de sus lecturas de aquellos días, Almada recuerda: "Leía bastante los libros que me recomendaba la bibliotecaria, que en general eran best sellers. Me acuerdo que me impresionaron muchísimo El solitario y La impura, de Guy Des Cars, que eran novelas maravillosas. No las volví a leer pero las recuerdo con la sensación de estar leyendo libros importantes”. Sobre uno de estos libros la escritora recuerda una anécdota que todavía se cuenta en su familia. “La impura era la historia de una prostituta que se contagia de lepra y es confinada en una isla de leprosos; toda la novela transcurre en ese lugar. En algún pasaje del libro se cuenta que la primera manifestación que tiene ella de la enfermedad eran unas manchitas rosas en la piel. Yo me acuerdo que a mí me salieron también unas manchas así, y yo estaba convencida de que yo también tenía lepra. Mi mamá me llevó al médico con el que ella trabajaba, que era mi pediatra y él me pinchó con una aguja las marquitas y me explicó que la persona con lepra perdía sensibilidad y que si yo sentía los pinchazos de la aguja era que solamente estaba somatizando lo que había leído en el libro".

"Los libros y el acceso a las bibliotecas me cambiaron absolutamente la vida. Yo era una chica muy solitaria, muy tímida y los libros eran un poco mi escape y al mismo tiempo mi búnker. Leer era lo que más me gustaba en la vida. Durante la infancia y los primeros años de la adolescencia el carnet de la biblioteca era una llave y los libros eran esas puertas que se abrían a otros universos, otros mundos, otros personajes, otras maneras de vivir, de hablar, de sentir. Eran la posibilidad de dejar de ser quien era y ser otra a través de eso que me contaban los libros".

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Martín Blasco | “Todo empezó en la biblioteca de San Martín de los Andes”

A Martín Blasco siempre le interesó escribir. A los once años garabateaba cuentos fantásticos en un cuaderno escolar; en la adolescencia, cuando su sueño era ser una estrella de rock, escribía canciones. Luego de su paso por la carrera de cine, se inclinó hacia los guiones de películas y cortos. Su llegada al mundo de la literatura -más específicamente al de la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ)- comenzó a gestarse en la adultez, en una biblioteca de San Martín de los Andes. Poco tiempo después, publicaba Maxi Marote, su primer libro para chicos. Le siguieron, entre otros, Cinco problemas para Don Caracol, El misterio de la fuente, Vidas piratas, Las monedas mágicas, XVZ: archivos ultrasecretos, XVZ: plan de conquista mundial y las novelas juveniles El bastón de plata y La oscuridad de los colores.

“El descubrimiento de que mis escritos podrían cuadrar en la LIJ lo hice en una biblioteca popular de San Martín de los Andes. Yo viví allá un tiempo. Estaba podrido de trabajar como productor de televisión y nos fuimos para allá con mi ex esposa y mi hijo. Económicamente, me terminó yendo muy mal. Estaba todo el día sin hacer nada, sin un mango, sin saber muy bien de qué iba a laburar. Entonces, iba todos los días a la biblioteca y sacaba algo y lo leía. Un día me acerqué a la parte de infantiles buscando algo para leerle a mi hijo, que era un bebé en ese momento. Yo no sabía lo que era la LIJ. Tengo el recuerdo de entrar y ver las mismas colecciones en las que hoy publico y pensar ‘todas las ideas que yo tengo podrían cuadrar acá’. Volví a casa enloquecido y ahí empezó todo”, devela Blasco.

Betina González | “Las bibliotecas son espacios de circulación del amor por la palabra, de la imaginación y la curiosidad"

La escritora oriunda del partido bonaerense de San Martín, conoció y se maravilló con las enormes bibliotecas de las universidades estadounidenses mientras cursaba su maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Texas, y luego su doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Pittsburgh. Antes, en su infancia, la biblioteca popular de su barrio le había abierto las puertas al vasto mundo de la literatura y así lo cuenta. "La primera vez que fuI a la Biblioteca Popular Alberdi, debe haber sido en 1983 o 1984, yo tenía 11 o 12 años. Me había llevado mi abuela. A mí me encantaba leer y había nacido en una casa donde no había una biblioteca de esas enormes llenas de volúmenes de generaciones y generaciones de antepasados. Mi viejo me compraba libros pero todo era limitado para mí voracidad. Mi abuela se dio cuenta de eso y me llevó a la biblioteca", explica González. 

“Recuerdo la primera vez que entré a la biblioteca, ese olor a los libros, ese olor tan lindo. También me acuerdo de lo amorosas que eran las bibliotecarias que había en ese momento, una señora y una chica más joven. Me adoptaron, me dejaban pasar a donde estaban los libros y podía elegir. Tengo muy presente pararme frente a la estantería que tenía por ejemplo los libros de Julio Verne o de Salgari, que eran los que yo leía, y no poder creer ese paraíso, la cantidad de volúmenes que había y que todo estaba disponible". 

"Las bibliotecas son espacios de circulación del amor por la palabra, de la imaginación y la curiosidad —define González y agrega— Es importante el rol de los bibliotecarios y bibliotecarias. Yo entré a la biblioteca siendo lectora de libros maravillosos y de aventuras, y de a poquito estas mujeres me fueron iniciando en otras lecturas. Además, en una biblioteca pública o popular es que tenés todo el canon y lo que no es canon, también a tu disposición. Hay un universo infinito. Me parece que está buenísimo. Hay que ser un lector, una lectora sin prejuicios, leer de todo".

Federico Falco | “Las bibliotecas populares son puntos centrales de encuentro para la comunidad lectora”

El escritor Federico Falco —autor de las novelas Cielos de Córdoba y Los llanos y los libros de cuentos: La hora de los monos, 222 patitos y Un cementerio perfecto— formó parte de la comunidad lectora de la Biblioteca Popular Jerónimo Luis de Cabrera, en Córdoba, de donde es oriundo. Siempre se sintió atraído por los libros y era un gran lector. Su madre, docente de literatura, lo proveía de libros de la biblioteca del colegio en el que trabajaba. Además, el joven Falco tenía acceso a muchas bibliotecas particulares, de padres de amigos y conocidos. “Siempre me gustó mucho leer como una forma de escapar, de evasión, de irse a otro mundo. Siento leer como un diálogo constante con otras personas diferentes a uno y ahí entender cómo piensa el otro el mundo, cómo lo ve. Para mí es un aprendizaje constante”.

Respecto de las bibliotecas populares Falco expresa: “En muchos pueblos del interior del país, las bibliotecas populares son la única manera de conseguir libros. Son puntos centrales de encuentro para la comunidad lectora”.

Dolores Reyes | “Las bibliotecas y los libros son mi refugio”

Dolores Reyes es docente, estudió letras clásicas en la Universidad de Buenos Aires y es autora de la novela Cometierra. Lee desde chica. “En la casa de mi abuela había una biblioteca en la que no había demasiada literatura, pero había manuales y siempre había algún cuento que a mí me gustaba leer diez millones de veces. Me acuerdo de los cuentos de Elsa Bornemann y cuando era más grande, las ediciones de Capítulo, de Centro Editor, fueron la puerta de ingreso a muchos autores. Iba a la biblioteca, también. Muchísimas veces no había plata para los libros, sobre todo del secundario y yo iba a hacer la tarea a la Biblioteca Popular de Caseros, a la Juan Bautista Alberdi. El olor, el ruido del piso de la biblioteca me quedó grabadísimo. Me acuerdo del olor de todos los libros que había acumulados en los estantes”, cuenta la escritora. 

“Las bibliotecas y los libros me cambiaron absolutamente la vida. Al día de hoy siguen siendo mi compañía más estable y mi refugio”, define Reyes.