El libro de la brasileña Nani Brunini pone en primer plano la polarización de opiniones en el mundo actual e invita a reflexionar sobre la necesidad de crear puentes para vivir en comunidad.

¿Hasta dónde se puede sostener una posición innegociable? ¿Llegar a un acuerdo requiere siempre renunciar a los principios? ¿Quién grita más fuerte gana? ¿O todos pierden? Discordia el libro ilustrado de la brasileña Nani Brunini, editado por Limonero, pone en primer plano la polarización de opiniones en el mundo actual e invita a reflexionar sobre la necesidad de crear puentes para vivir en comunidad. Sin palabras, pero con una narrativa visual poderosa, esta sorprendente obra marca el debut de Brunini como autora.

En el libro todo comienza con una pequeña divergencia. Una diferencia de opinión. Pero, muy rápidamente, esa pequeña discrepancia comienza a crecer y, en una escalada ensordecedora que arrastra en su camino a quienes forman parte de uno y otro bando, termina por convertirse en una disputa insalvable en la que ya no hay argumento posible para convencer ni ser convencido. En un monstruo que engulle y no deja lugar para nada más.

“Me pareció interesante jugar con la idea de hacer un ‘libro silencioso’ muy ruidoso”, contó Brunini en una entrevista. “Todos pasamos por situaciones de desacuerdo, sin importar dónde estemos o la edad que tengamos, desde peleas en el patio de la escuela en Noruega hasta disputas en pueblos de pescadores en Sri Lanka. El punto principal de Discordia no es saber qué o quién generó el monstruo, sino pensar en cómo nació y qué caminos encuentran los personajes para salir de este apuro”, agregó. Brunini se inspiró en el contexto político de su país y en el de Estados Unidos, en donde también vivió. “Viví de cerca las transiciones hacia los gobiernos de Jair Bolsonaro y de Donald Trump  y el  Brexit. Hacer Discordia  fue una experiencia extremadamente catártica. Por supuesto, todavía me encuentro en situaciones en las que me siento como los personajes del libro; a veces, escuchar el otro lado no siempre funciona. Pero al hacer este libro, obtuve una mayor conciencia de mi propia responsabilidad en este escenario. He aprendido a aceptar que, por muy seguro que estés de algo, por infalibles que parezcan tus argumentos, no podés ganar una conversación gritando, por muy buenas que sean tus intenciones. Estar en desacuerdo sigue siendo una práctica muy saludable, pero realmente solo funciona cuando se hace de manera respetuosa y constructiva”, explicó.