Es ilustradora, oriunda de Rosario, Santa Fe. Dibuja escenas insólitas en salas de museos -en las que ocurren tragedias durante los montajes de obra− y desde hace un tiempo ilustra las bibliotecas personales de amigos y conocidos, entre ellos, Eugenia Zicavo, Powerpaola, Pedro Mairal, Rita Pauls, entre otros. Las bibliotecas, esos espacios tan íntimos que, expuestos en los dibujos de Luque, dicen cosas acerca de nosotros.

La  cita  es  en  un  bar  que  a  la  vez  es  escenario  de  muchas  de  sus  ilustraciones, Varela-Varelita, en la esquina de Scalabrini Ortiz y Paraguay. La mesa se transforma en un tablero de dibujo, y los lápices de colores y acuarelas desplegadas se entremezclan con los cafés con leche y medialunas de la tarde. María Luque no está sola; Sofía La Watson, Sole Otero y Luli Adano comparten junto a ella una jornada de trabajo y de dibujos. La tradición se remonta a las “Meriendas de dibujo” que María montó en su propio taller de Rosario. “Me resultaba  muy  aburrido  dibujar  sola  y  empecé  a  invitar a  amigos  y  colegas  a  dibujar  a  mi casa,  en  un  espacio  muy  reducido.  Un  día  vino  Max  Cachimba  y  estuvimos  dibujando juntos, ¡no podía creerlo! Lo lindo de dibujar en grupo es que ves cómo trabajan los demás y qué materiales llevan en sus cartucheras”. 

¿Cómo surgió la serie de ilustraciones de bibliotecas? 
Empecé  dibujando  las  bibliotecas  de  mis  amigos.  Hay  bibliotecas  de  personas  que  no conozco pero me parece una excusa linda para ponerme en contacto con ellas. Muchas de las  ilustraciones  están  basadas  en  fotos  que  me  mandan.  A Pedro Mairal  no  lo  conocía, pero  me  intrigaba  espiar  su  biblioteca.  Le  hice  la  propuesta  y  le  gustó  la  idea,  me  mandó una foto.  Una vez me mandaron la foto de una biblioteca que estaba adentro de un ropero, otra en el respaldo  de  una  cama.  Dibujé  una  biblioteca  que  tenía los  libros  ordenados  por  color. Muchas  están  rodeadas  de  miniaturas  o  recuerdos  de  viajes.  Creo  que  se  puede  conocer mucho acerca de la persona por la manera en la que acomoda sus libros, en qué lugar de la casa  están,  si  se  dividen  en  varios  ambientes  y  están  desparramados  por  todas  partes,  o están perfectamente ordenados en un mueble específico. 

¿Hay algún libro que se repita en las serie? 
Algunos  libros  los  identificás  muy  rápido  por  los  lomos;  el  lomo  rojo  de Los  detectives salvajes de Roberto Bolaño, que tiene un rojo muy particular, lo vi en varias bibliotecas. Hay gente  que  te  pide  que  no  visibilices  determinados  títulos.  Cosas  curiosas,  hay  un  montón. La  biblioteca  es  un  espacio  íntimo,  yo  lo  comparo  con  el  cajón  de  las  medias  y  la  ropa interior.  

BIBLIOTECA POWER PAOLA

 

¿Cómo es tu propia biblioteca?
En  realidad  no  tengo,  porque  no  tengo  un  lugar  fijo.  Llegué  a  Buenos  Aires  hace  un tiempo y vine con pocos libros, dejé mi biblioteca en casa de mis papás. Tengo un estante donde  tengo  lo  que  leo  ahora.  Lo  que  más  abunda  son  novelas  gráficas  que  uso  de referencia  o  vuelvo  a  mirar  cuando  dibujo.  Cada vez que  voy a  Rosario  voy  trayendo  de a cinco  o  seis  libros.  De  Powerpaola  tengo QP, Todo  va  a  estar  bien; Diario  iluminado  de Maliki; Diario de Delius...  

Hubo un libro en tu infancia que fue crucial, ¿podés contarnos la historia? 
Cuando tenía 13 años  y estaba en el  colegio, hubo  un concurso del  Banco  Velox;  había que escribir sobre una obra y te regalaban una colección de libros de arte. Yo elegí Sin pan y  sin  trabajo,  de  Ernesto  de  la  Cárcova,  pero  recuerdo  haber  quedado  fascinada  con  las pinturas  de  Cándido  López.  No  entendía bien  qué  pasaba  con  esos  soldados  en  miniatura pero me hipnotizaban. 

Después   de   muchos   fanzines   y   la   aparición   de   tus   dibujos   en   diversas publicaciones, en noviembre se publicó tu primer libro, La mano del pintor...  
Es  una novela gráfica  que cuenta  la  historia  de  mi  tatarabuelo  médico, Teodosio  Luque, quien  había  sido  enviado  a  la  guerra  del  Paraguay.  En  la  batalla  de  Curupaytí  tuvo  que amputarle la mano a un soldado, y ese soldado resultó ser el artista plástico Cándido López. Cándido entrenó entonces su mano izquierda para poder pintar. Una de sus pinturas estuvo guardada durante años debajo de mi cama: la historia que cuento es la de mi tatarabuelo, la de  Cándido  y  la  mía.  En  el  momento  en  que  empecé  a armarla  mis  referencias  eran  los libros  de  Powerpaola, Virus  Tropical,  y  otros  como  Persépolis  y La  sudestada.  Me  daba miedo plantearme un libro sin tener la experiencia, pero ya venía dibujando escenas breves y ese entrenamiento me ayudó a avanzar con capítulos para armar la historia. También me animó ver que muchos otros colegas también estaban pensando y empezando sus propias publicaciones.  

BIBLIOTECA EUGENIA ZICAVO

 

La mano del pintor fue publicada por editorial Sigilo, que nunca había publicado novelas gráficas, y a través de crowdfunding. ¿Cómo ves el panorama de la ilustración y las editoriales dedicadas al cómic, la novela gráfica y la ilustración?
En  el  ámbito  de  la  historieta,  la  novela  gráfica  y  la  ilustración,  están  pasando  muchas cosas.  Hay  mucha  gente  produciendo,  todo  esto  va  a  ser  muy  visible  en  un  tiempito.  En Rosario hacemos desde el año 2014 el “Festival Furioso de Dibujo”, un espacio de charlas, seminarios  y  talleres  del  que  participan  dibujantes,  ilustradores,  conservadores  y  editoriales. Algunos de los invitados en la última edición fueron Isol, Amadeo González, Powerpaola, Flor Balestra, Michelle Siquot, Silvia Lenardón, Pauline Fondevilla, Max Cachimba, Juan Vegetal, Feli Punch, Estefanía Clotti, Bruno Crispino, Guardabosques, Delius, Paula Sosa Holt y Daniel Roldán. 

¿Consultaste bibliotecas en la investigación para tu libro?
Sí,  la  Biblioteca  Nacional,  la  del  Museo  Histórico “Julio  Marc”  de  Rosario.  Y  aún  sigo buscando un libro que escribió mi tatarabuelo médico.