Bibliotecarias y bibliotecarios llegan desde muchos puntos del país para comprar novelas y libros de cuentos, pero, sobre todo, materiales para fomentar de las culturas locales y de desarrollo de actividades comunitarias.

Julieta llega temprano al predio de La Rural, viene desde Almeyra, un pueblo de 230 habitantes ubicado a 37 kilómetros de la ciudad de Navarro. Son apenas las ocho de la mañana, pero ella -que viajó más de tres horas para llegar a la 44º Feria Internacional del Libro- ya está lista para comprar novelas, libros infantiles y clásicos de la literatura universal para la Biblioteca Popular Almafuerte. Todo está preparado: cajas vacías para guardar las compras, un carro para trasladar las cajas sin problemas y la credencial del Programa Libro% que le otorgó la CONABIP para comprar libros con un 50% de descuento. Repasa la lista de los materiales que quiere llevarse. “Siempre tratamos de comprar variado para completar la biblioteca con literatura clásica y novelas que es lo que más se lee. También compramos novelas históricas porque hay muchas mujeres que se acercan a leerlas. Vamos a llevar, además, libros infantiles ya que tenemos todo un salón de literatura infantil y juvenil”, cuenta la bibliotecaria, mientras recorre los stand de las editoriales.

Cada año, las bibliotecas populares de todo el país se hacen presentes en la Feria del Libro para seleccionar novedades bibliográficas, completar colecciones y complacer los gustos y las necesidades de sus lectores. Además, desde hace trece años son parte del programa Libro%, que les permite adquirir libros al 50% de su valor de mercado. El desafío, explican los participantes, es encontrar materiales para seguir desarrollando actividades en las bibliotecas y para atraer a nuevos lectores. Julieta, por ejemplo, cuenta que está comprando historietas para acercar lecturas a los jóvenes que van a la biblioteca para usar el Wi-Fi: “Vienen y se quedan en la salita sentados con el teléfono, pero les dejamos a mano libros y revistas de historietas y a veces dejan un poco el teléfono y se chocan con los libros”, explica entre risas. Por su parte, Adelina y Alicia de la Biblioteca Popular Alto Verde, de Mendoza, compran manuales, libros de cuentos para chicos y libros de tejido para que las señoras del barrio puedan ir a la biblioteca a tejer junto a sus hijos. “Los chicos se entretienen y las madres también, pero puede ser una salida laboral, además”, señalan.
 

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Gladis de la Biblioteca Popular Padre Alonso de Barzana, de Resistencia, Chaco cuenta: "Los niños pidieron cuentos de terror y libros que contengan dinámicas de juegos, adivinanza, preguntas y respuestas. Vamos a aprovechar al máximo la oportunidad de Libro% y también vamos a llevar literatura para adultos y novedades para que los docentes puedan trabajar sobre los valores, el respeto y el compromiso”.

Los bibliotecarios y referentes que recorren la Feria coinciden en que las bibliotecas populares no son solo lugares de lectura y estudio, sino también espacios de inclusión social, de fomento de las culturas locales y de desarrollo de actividades comunitarias. Por ejemplo, Mirian de la Biblioteca Popular Patricias Argentinas, de la provincia de Misiones, llena sus cajas con materiales sobre la cultura guaraní y con libros de Horacio Quiroga, el escritor que retrató la cultura misionera en muchos de sus cuentos. La apuesta al interior de la biblioteca es seguir proponiendo lecturas y actividades para que los vecinos se apropien del espacio y para que estrechen aún más los lazos con la cultura local. “Vienen muchas mujeres con sus hijos porque tenemos una parte que se llama Bebeteca. También suelen venir muchos niños de las escuelas y realizan jornadas de trabajo con sus maestras.Todos se apropian del espacio. Nosotros tratamos de que la biblioteca sea lo más abierta posible para que realmente sea un espacio público, sino no tiene sentido”, explica Mirian.

Como si fuera poco, la biblioteca también sale a la calle con un Bibliómovil -una biblioteca circulante que cuenta con material bibliográfico y multimedial para niños, adolescentes y adultos- para llevar propuestas culturales a las comunidades guaraníes. Algunos de los voluntarios y las voluntarias que trabajan en la biblioteca llegan hasta allí con libros, exhiben películas y proponen actividades culturales, al tiempo que el personal sanitario del hospital de la zona atiende a los pobladores.
 

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La Biblioteca José María Sobral está ubicada en un barrio humilde de Mar del Tuyú, provincia de Buenos Aires. María, su directora,  llega a la Feria junto a grupo de voluntarios para comprar, sobre todo, materiales pedagógicos para que los jóvenes y adultos de la comunidad tengan los textos necesarios para continuar estudiando en las escuelas secundarias y en el terciario de la zona. Dado que muchos no tienen dinero para comprar apuntes y libros de texto, el aporte de la biblioteca se vuelve fundamental.  “Nosotros desde el principio pensamos en armar la biblioteca a partir de las necesidades de la comunidad -relata María- por eso tiene una orientación muy social. Por ejemplo, hace poco han llegado odontólogos para ayudar a los chicos del barrio y les enseñaron a cuidarse sus boquitas”. María cuenta con orgullo que la biblioteca Sobral se asemeja a una casa en varios aspectos: por su fachada, sus mesas que invitan a compartir actividades o meriendas y sobre todo por la  hospitalidad que ofrece ya que tal como contó su directora “es un espacio de contención importante. Los chicos saben que a cualquier hora pueden venir a la biblioteca, los recibimos siempre”.

Por su parte, Celeste de la Biblioteca Popular Carlos y Spano, de Cinco Saltos, Río Negro explica que un mes antes de la Feria los socios ya les empiezan a tirar ideas para las compras. “Llevamos muchos libros para las escuelas. Tratamos de innovar en literatura para jóvenes porque capaz que pasan ocho años leyendo lo mismo, entonces traemos nuevos títulos y se los mostramos a los profes. Por ejemplo, este año vamos a llevar materiales sobre bullying, violencia de género y otras temáticas actuales”, amplía.

La Carlos y Spano es una biblioteca que presta múltiples servicios y funciona como un centro cultural y social en el que convergen muchas actividades: talleres para niños y adultos, cursos de manejo de celular para adultos mayores, talleres de computación para vecinos de todas las edades y cursos de manualidades, entre muchos otros. Y, como no podía ser de otra manera, los libros también son protagonistas en sus salas ya que ofrecen una gran variedad de títulos. Algo de eso se puede entrever en las cajas con libros recién comprados que Celeste transporta en un carrito por los pasillos de la Feria. Más allá, Julieta termina de hacer las compras y chequea el horario de salida de la combi para volver a Almeyra.