Sara Albarracín fue bibliotecaria durante 56 años. Trabajó en dos bibliotecas populares y en la biblioteca del diario La Prensa. Es, además, chozna de Lucas, hermano de Paula Albarracín, la madre de Domingo Faustino Sarmiento, que promovió la creación de las bibliotecas populares. Su abuelo Ignacio Albarracín fue el promotor de la primera Ley contra el maltrato animal y quien instituyó en Argentina el 29 de abril como el Día del Animal. Sara charló con Revista Bepé sobre su vida en las bibliotecas y su familia paterna.

La casa de Sara es cálida, prolija. En el living-comedor hay portarretratos con fotos familiares, jarrones, adornos y plantas. Hasta hace poco, se destacaba un cuadro que retrata a su abuelo, don Ignacio Albarracín, el promotor de la primera Ley contra el maltrato hacia los animales y quien instituyó, en Argentina, el 29 de abril como el Día del Animal. Hoy el cuadro está exhibido en el Museo Sarmiento, pero en la mesa ratona un caballo blanco y un gato egipcio lo invocan en espíritu.

Sara Albarracín tiene 88 años. Fue bibliotecaria gran parte de su vida, durante 56 años. Trabajó en las Bibliotecas Populares Antonio Mentruyt y José María Gutiérrez, de Lomas de Zamora y también en la biblioteca del diario La Prensa. Es, además, chozna de Lucas, hermano de Paula Albarracín, la madre de Domingo Faustino Sarmiento —quien, justamente, a través de la Ley 419 de 1870 impulsó el desarrollo de las bibliotecas populares en Argentina—. 

Cada vez que menciona su trabajo en las bibliotecas, a Sara se le ilumina la cara, también cuando habla de su abuelo Ignacio. Sobre los desafíos de ser bibliotecaria hace más de 65 años y sobre su historia familiar, charló con Revista BePé. 

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La familia Albarracín

Sara creció escuchando historias de su abuelo a quien no conoció en persona —curiosamente, murió un Día del Animal pocos años antes de que ella naciera— pero aprendió a quererlo través de las historias que le contaba su padre, Arturo Albarracín. En los almuerzos familiares, era común que se contara la anécdota de cuando don Ignacio, al frente de Asociación Protectora de Animales, impidió que se realizara una corrida de toros en la gran fiesta del Centenario de la Patria, o cómo era caricaturizado por las principales revistas de actualidad de la época. "Era un hombre de avanzada. Era una figura popular porque luchaba por los animales. Se peleaba con todo el mundo —cuenta Sara— Luchó contra la corrida de toros, la riña de gallos, el tiro a la paloma. Todo lo intentaba sacar por ley porque era abogado". Un antiguo video lo muestra canoso, alto, delgado, imponente, llegando a una actividad en el zoológico de Buenos Aires, con el que tampoco estaba de acuerdo. 

Algo de esa impronta, de esa fuerza y ese porte comparte Sara, no sólo con él, sino también con Paula Albarracín, a quien su hijo Domingo describe en Recuerdos de provincia: "Su estatura elevada, sus formas acentuadas y huesosas (...) por la noche encarmenaba su vellón de lana, resolvía todas las dificultades que a sus hijas dejaban paradas, dando las definiciones de nombres y verbos, los tiempos, y más tarde los accidentes de la oración, con una sagacidad y exactitud raras. Aparte de esto, su alma, su conciencia, estaban educadas con una elevación que la más alta ciencia no podría por sí sola producir jamás”. Sara agrega: "era una mujer fuerte que tuvo que hacer frente a muchas cosas porque su marido era un idealista. Era de avanzada. Tenía una enorme fuerza de voluntad que le transmitió a Sarmiento". 

 

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El amor por las bibliotecas populares

En sus años de bibliotecaria, Sara tenía un gran compromiso con su trabajo, una vocación fuerte. Incentivaba a los chicos a leer, a investigar. En épocas en que era imposible  la idea de que una máquina pudiera contener toda la información sobre el acervo de una biblioteca, se abocaba a ordenar esos datos en los ficheros. Incluso los fines de semana, en su tiempo libre. 

“Yo era Perito Mercantil, no tenía nada que ver con las bibliotecas. Sí era socia de la Mentruyt porque era muy lectora. Trabajaba en una empresa, pero quebró y me quedé sin trabajo. Un día fui a devolver unos libros y la que era la directora me dice ‘¿no querés venir a ayudarme? son tres horas por día’. Así empecé a trabajar en una biblioteca popular y me encantó”, cuenta Sara. Luego, al año siguiente, empezó a estudiar Bibliotecología. “¡Lo que te instruye una biblioteca es muchísimo!”, se entusiasma Sara y cuenta que pasaba horas investigando sobre temas que le interesaban. Muchas veces, llegaba alguien pidiendo un libro y si ella no lo conocía,  aprovechaba también para leerlo y seguir aprendiendo. 

Ese entusiasmo lo recuerdan hasta el día de hoy algunos de los antiguos socios de las bibliotecas populares, que la paran en la calle o en un micro con destino Machu Picchu, como le pasó alguna vez. La llaman “la señorita de la Mentruyt”. “¡Cuando alguien me reconoce le agradezco tanto! —dice Sara— Siempre le agradezco a los socios y a las bibliotecas populares por todo lo que aprendí”.