El investigador cuenta qué sucede en el cerebro cuando leemos y todos los beneficios que trae el hábito de la lectura. Derriba el mito de que las capacidades de las personas tienen que ver con el uso de los hemisferios cerebrales. También explica que el ejercicio de la lectura genera cambios en las habilidades cognitivas y fomenta la “teoría de la mente”, la capacidad de inferir lo que sienten o piensan las otras personas, sin que lo digan.

El doctor Adolfo García, director científico del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias –dependiente del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (INCYT)–, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Cuyo contó qué sucede en el cerebro cuando leemos y todos los beneficios que trae el hábito de la lectura.

¿Cuáles han sido los principales hallazgos de la neurociencia en relación a lo que produce la lectura en el cerebro?
Uno de los hallazgos más contundentes tiene que ver con la detección de un área cerebral específica que se especializa en el reconocimiento de letras, básicamente. Esto es lo que hace un tiempo se llamaba “el área de la forma visual de las palabras” y hoy algunos autores llaman “la caja de letras del cerebro”, una metáfora no muy acertada porque no hay tal caja que contenga letras sino una región cerebral que cumple un papel importante en los procesos biológicos que son la base de la lectura. Esa región se llama temporo-occipital ventral izquierda, en el 95% de la población mundial esa zona que se especializa en el reconocimiento de letras está fuertemente lateralizada hacia el hemisferio izquierdo del cerebro.

¿Por eso se dice que las personas que tienen más facilidad para cuestiones relacionadas con las artes, las letras, las palabras usan más el hemisferio izquierdo del cerebro y las que se ocupan de las ciencias más exactas o duras, el derecho?
En realidad hay muchas funciones cerebrales que están lateralizadas, es decir, en las cuales un hemisferio tiene más predominio que otro, pero esto solamente es cierto para funciones muy micro. Eso de la lateralización de las funciones lógicas y creativas, artísticas, es un mito que se ha diseminado de una manera increíble. La verdad es que no hay un solo ápice de evidencia científica a favor de eso, y tampoco resiste mucho análisis.

Plantear una dicotomía entre los procesos lógico racionales, por un lado, y los procesos creativos, estéticos, poéticos, por otro, no tiene mucho sentido. Muchos de los recursos que hacen al buen arte, sea programático, sea improvisado, tienen que ver con habilidades lógicas: desde las composiciones musicales, el establecimientos de rimas, la trama de una novela, hay un montón de lazos causa-consecuencia, incluso de patrones matemáticos, entonces sería medio tonto excluirlos de lo que es la creatividad o lo artístico. De hecho hay participación de ambos hemisferios en actividades que uno puede presumir más creativas o lógicas. Pero fuera de eso sí hay funciones que están lateralizadas, por ejemplo: todo lo que se percibe con el oído derecho se procesa primero en el área auditiva primaria del hemisferio izquierdo y viceversa. Lo mismo pasa con el control de las manos y las piernas, los movimientos de la parte derecha del cuerpo los controla el hemisferio izquierdo y los de la parte izquierda, el derecho. Y eso ocurre también con la visión. Entonces sí hay lateralización pero no en ese nivel de cosas tan abstractas como la creatividad o el pensamiento lógico, eso es lo que se llama un “neuromito”.

Pero una de esas funciones que sí está lateralizada es el reconocimiento de las letras. Y esta región témporo-occipital ventral izquierda es un área que permite la integración de sistemas, mecanismos, que permiten reconocer formas visuales, la distancia, la combinación de líneas en el espacio visual, con otros mecanismos que están especializados para procesar los sonidos del habla, los fonemas, y la lectura es básicamente eso: poner en diálogo formas visuales, asociarlas con ciertos patrones de sonido, arbitrariamente. Entonces esta región tiene unas distribución anatómica en el cerebro que la pone en un lugar ideal para propiciar esa integración entre información visual y fonológica.

A fines del siglo XX, en 1989 aproximadamente, se empezaron a hacer experimentos en los que se comparaba qué áreas cerebrales se activaban cuando la persona veía letras escritas versus otros caracteres que no son letras, y se encontró que las letras generan patrones de actividad intensos y distintivos en esta misma área témporo-occipital izquierda. Es más, con investigaciones más recientes en neurociencia puede verse también cuál es el nivel de conectividad, cómo se conectan distintas redes en el cerebro, y una cosa que se ha descubierto es que los chicos que tiene dislexia, un trastorno del desarrollo en capacidades lectoras, presentan conectividad reducida en redes que involucran esta región particular del cerebro. Entonces esta es un área muy importante para esta habilidad en particular.

 

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Entendiendo que hay diferentes grados de dislexia, ¿la lectura es beneficiosa para quienes padecen este trastorno?Efectivamente hay distintos tipos de dislexia, los modelos más difundidos hoy distinguen seis diferentes. Y hay tratamientos y programas de rehabilitación que son exitosos, pero su éxito depende de un montón de factores como la edad en la cual se conoce el diagnóstico, la edad en la que se comienza el tratamiento, la asiduidad del tratamiento, si hay antecedentes de dislexia en la familia, y también el tipo. Igualmente hay estudios que muestran que en niños que tienen otro tipo de dificultades de lectura, si se hace una intervención, un programa para mejorar y fortalecer las habilidades de lectura, se logran cambios en la conectividad cerebral, es decir, el ejercicio sistemático y guiado de la lectura genera cambios en mecanismos que se asocian no solamente con la lectura sino con otras habilidades cognitivas. La lectura está siempre en juego con otros procesos cognitivos.

Otra cosa que se ha descubierto es que distintas palabras tiene distintos costos cognitivos al leerse, es decir que hay palabras que cuestan más al cerebro para ser leídas, por ejemplo: las palabras que son más frecuentes se leen más rápido, se procesan con menor esfuerzo cognitivo que las que son menos frecuentes. 

Esto es interesante para entender que la lectura, aunque la denominemos como un sustantivo singular, no es una sola cosa sino que hay distintos mecanismos de los que la mente se hace cargo según el tipo de estímulo y palabra a la que se esté enfrentando. Hay algunos estudios que empezaron a investigar qué pasa cuando uno se enfrenta a textos literarios, por ejemplo.

¿Y qué descubrieron?
Una cosa que se descubrió es que hay una capacidad cognitiva que se llama “teoría de la mente”, es una capacidad que tenemos todas las personas desde muy temprana edad para poder inferir qué siente o qué piensa otra persona sin que nos lo diga. Se pueden ver, por ejemplo, aspectos de su rostro o claves corporales de otro tipo. Incluso esto se mide con fotografías estáticas. La gente que tiene mejor teoría de la mente acierta más en inferir cómo se siente una persona solo mirando una imagen de sus ojos, por ejemplo, que la gente que tiene peor teoría de la mente. Y un hallazgo reciente demostró que los lectores asiduos de narrativas, de novelas, de ficción, tienen mejor teoría de la mente que los que no leen ficción. Una interpretación que se ha dado a esto es que la experiencia narrativa hace que uno se ponga constantemente en los zapatos del otro, en los zapatos del protagonista, y tenga que ir afinando sus capacidades para inferir implícitamente qué es lo que va sintiendo esa persona.

En otra investigación se midió la actividad cerebral de un conjunto de personas, a lo largo de los días, mientras leía una novela. Le pedían a los participantes que leyeran a razón de unas 30 páginas de la novela por día, en sus casas, y cada mañana los hacían ir al laboratorio e iban midiendo su actividad cerebral, durante nueve días. Y, por otro lado, también iban evaluando qué pasaba con otro grupo de personas que no leía la novela. Lo que encontraron fue que los lectores tenían una mayor conectividad cerebral en la corteza temporal izquierda, que es parte de esta región que está asociada íntimamente con la lectura y que además participa en procesos generales del lenguaje, crucialmente en la comprensión del lenguaje.

¿Hay más beneficios de la lectura que se hayan descubierto desde la neurociencia?
Sí. Hay un concepto que se llama “reserva cognitiva”, es la resistencia que tiene el cerebro ante el declive que supone envejecer. Podés tener problemas de memoria, tardar más en encontrar la palabra correcta, síntomas propios de la vejez. Se ha demostrado que la lectura, el hábito sostenido de leer, es uno de los elementos que parecen conferir más reserva cognitiva. Por ejemplo pacientes con Alzheimer que tienen entre sus hábitos la lectura, desarrollan los primeros síntomas años más tarde que los que no lo tienen.

También se han logrado hallazgos en personas con Parkinson. Una de las formas en que comprendemos el lenguaje es porque el cerebro simula internamente lo que leemos, por ejemplo: hay un conjunto de circuitos que permiten mover las piernas y los brazos, cuando leemos una oración como “Juan está saltando”, que alude al movimiento de las piernas, parte de los circuitos que se activan y ayudan a comprender la oración son los mismos que al que lee le permiten mover sus piernas, esa es una de las manifestaciones de lo que se llama “cognición corporeizada”.

Se ha descubierto que pacientes con enfermedad de Parkinson, que tienen problemas de movimiento, tienen dificultades específicas para comprender las acciones en los textos, el resto de información la entienden bien, de modo comparable a personas que no tienen esta enfermedad, pero cuando les pedís que comprendan las acciones de los personajes, los movimiento corporales, ellos fallan significativamente. Esto me parece que es interesante porque se puede encontrar en ciertos déficit de lectura un indicio de que una persona puede tener Parkinson. Y también demuestra que la lectura es un proceso complejo, variado y que no se agota en sí mismo, básicamente la lectura le hecha mano a la totalidad de la experiencia corporal, situada, humana. Reconocer estos vínculos no solo nos permite comprender mejor la lectura en sí misma, en su complejidad, en su ubicuidad en la mente y en el cerebro, sino también pensar en nuevas formas de intervenir ya sea para el diagnóstico o para la rehabilitación de distintas dificultades de la cognición en general.

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Los beneficios de la lectura

- El ejercicio sistemático y guiado de la lectura genera cambios en mecanismos que se asocian no solamente con la lectura sino con otras habilidades cognitivas.

- Fomenta la “teoría de la mente”, la capacidad de inferir lo que sienten o piensan las otras personas, sin que lo digan

-El hábito sostenido de leer fomenta la "reserva cognitiva", que es la la resistencia que tiene el cerebro ante el declive que supone envejecer.



Fuente: Secretaría de Cultura de la Nación