Homenajeamos a Gabriel García Márquez a siete años de su fallecimiento. Recordamos las peripecias que realizó para publicar Cien años de soledad, la obra que puso en el mapa universal a la literatura latinoamericana.

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Así comienza uno de los libros más importantes y populares de la literatura latinoamericana y universal: Cien años de soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez, de quien hoy se cumplen siete años de su fallecimiento. Esta gran obra editada en 1967 tiene su génesis en la historia familiar del propio García Márquez y a su vez, es la impulsora de su carrera como escritor con fama mundial y la que  lo llevó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1982. 

“De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para pasar un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y desgarrador que apenas logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera. No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando regresamos a México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí. Desde entonces no me interrumpí un solo día, en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo lleva el carajo”, contó García Márquez sobre cómo comenzó a escribir en 1966 Cien años de soledad

Luego de dieciocho meses de escritura afiebrada y de infinitas revisiones y correcciones, Gabito —como lo llamaban en su familia desde pequeño o Gabo como lo conocerían también los lectores años después— fue junto con su mujer, Mercedes Barcha, al puesto de correos más cercano de su casa, en México, para enviar a Buenos Aires el manuscrito de casi 500 páginas. Se dice que enviaron la mitad del material por falta de dinero y que volvieron a su hogar para empeñar algunos electrodomésticos y luego enviaron el resto.

Finalmente, la novela que el escritor colombiano escribió en la Ciudad de México, se publicó por primera vez en Argentina, antes incluso que en su Colombia natal. Fue la editorial Sudamericana la encargada de publicar la monumental obra, en junio de 1967. La novela fue un éxito de ventas y catapultó a García Márquez a la fama. 

En un artículo de la época, el escritor argentino Tomás Eloy Martínez relató un momento que compartió junto al colombiano: “Fuimos al teatro del Instituto Di Tella. Estrenaban, recuerdo, Los siameses, de Griselda Gambaro. Mercedes y él se adelantaron a la platea, desconcertados por tantas pieles tempranas y plumas resplandecientes. La sala estaba en penumbras, pero a ellos, no sé por qué, un reflector les seguía los pasos. Iban a sentarse cuando alguien, un desconocido, gritó ‘¡Bravo!’, y prorrumpió en aplausos. Una mujer le hizo coro: ‘Por su novela’, le dijo. La sala entera se puso de pie. En ese preciso momento vi que la fama bajaba del cielo, envuelta en un deslumbrado aleteo de sábanas, como Remedios la bella, y dejaba caer sobre García Márquez uno de esos tiempos de luz inmunes a los estragos de los años”.

El libro —que narra la historia de la familia Buendía a lo largo de siete generaciones, en el pueblo imaginario de Macondo— fue traducido a más de treinta y cinco idiomas, y se convirtió en una de las piezas literarias en español más leídas en todo mundo. Como si fuera poco, también puso en el mapa universal a la literatura latinoamericana. 

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Gabriel García Márquez fue uno de los escritores con más presencia dentro del denominado “Boom latinoamericano”, a partir del cual el resto del mundo comenzó a leer lo que se escribe en esta región. Con personajes entrañables e historias mágicas creó un paradigma literario: el realismo mágico, cuyos principios estéticos produjeron un sello propio de la poética hispanoamericana, distanciándose de lo fantástico europeo. 

Gabo, Gabito, había nacido el 6 de marzo de 1927, en Aracataca, un pueblo bananero con menos de diez mil habitantes, en pleno caribe colombiano y muy parecido a Macondo. Pasó gran parte de su infancia con sus abuelos y ellos influenciaron fuertemente su obra literaria. Su abuelo era coronel y le relataba historias de su juventud y de la guerra en la que había participado. Su abuela le contaba a diario fábulas y leyendas familiares. Todo eso luego apareció en sus novelas y cuentos. "Yo no sabía que Gabito fuera tan chismoso", dijo su abuela cuando leyó Cien años de soledad e identificó en el relato aquellas historias familiares. El propio García Márquez contó alguna vez que cuando empezó a escribir la novela se dijo: "Voy a narrar la historia con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas partiendo de aquella tarde en la que el niño va a conocer el hielo". 

A los veintiocho años había publicado su primera novela, La hojarasca (1955), en la que ya aparecían algunos de los rasgos más característicos de su obra de ficción. En ese primer libro y en algunas de las novelas y cuentos que le siguieron empezaron a vislumbrarse  Macondo y algunos personajes de Cien años de soledad. Le siguieron, entre otras publicaciones, El coronel no tiene quien le escriba (1961), y colecciones de relatos como Los funerales de la Mamá Grande (1962). Después de Cien años de soledad su narrativa mantuvo un altísimo nivel con novelas como El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos del cólera (1985). 

El 17 de abril de 2014, el escritor murió a los 87 años de edad, en la Ciudad de México donde residía con su esposa. Su enorme legado literario sigue vigente.